Los discursos parlamentarios de Práxedes Mateo-Sagasta

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Legislatura: 1882-1883 (Cortes de 1881 a 1884)
Sesión: 12 de julio de 1883
Cámara: Congreso de los Diputados
Discurso / Réplica: Discurso
Número y páginas del Diario de Sesiones: 154, 3928-3929
Tema: Interpelación sobre la política general del Gobierno

El Sr. PRESIDENTE: El Sr. Presidente del Consejo de Ministros tiene la palabra.

El Sr. Presidente del CONSEJO DE MINISTROS (Sagasta): Yo me contentaría (estas han sido las últimas palabras del Sr. Castelar), yo me contentaría con ser ciudadano de un país libre que sabe conservar la libertad por su prudencia y por su moderación. Si los ciudadanos españoles tuvieran la prudencia y la moderación que S. S. ha tenido esta tarde aquí, no habría libertad para los españoles; ¿serían dignos de tenerla? Señores, ¿se puede decir que se respeta la legalidad y venir aquí a socavarla con palabras y discursos como los que ha pronunciado el Sr. Castelar esta tarde? ¿No se atacan las instituciones, no se crean peligros más que cogiendo un fusil y marchándonos al campo? ¡Ah! Esa es la manera menos peligrosa de rebelarse contra las instituciones.

Señores, venir aquí a atacar en sus fundamentos las instituciones liberales, como no ha podido menos de confesar el Sr. Castelar, para justificar su benevolencia al Gobierno, y venirlas a tratar como lo ha hecho hoy, ¿es justo? ¿es siquiera conveniente para la libertad? ¿Qué gratitud es esa hacia las instituciones liberales que de tal manera se tratan? Ya voy comprendiendo que los demócratas de este país no son como los demócratas de todos los países de la tierra. (El señor Martos: Eso no es verdad. -Varios Sres. Diputados: Sí, sí. -Otros: No, no. -Rumores, murmullos, confusión.)

El Sr. PRESIDENTE: Orden, Sres. Diputados.

El Sr. Presidente del CONSEJO DE MINISTROS (Sagasta): Ha dicho el Sr. Castelar que los demócratas españoles no son como los demócratas de todos los demás pueblos de la tierra, y yo he dicho que ya lo conozco; porque los demócratas de los demás pueblos de la tierra agradecen a las instituciones la libertad que proporcionan, y en lugar de hacer lo que el Sr. Castelar, ayuda a establecer esas libertades. ¿Vosotros sois demócratas como el Sr. Castelar? (El Sr. Carvajal: Ya lo diremos.) Yo no hablo con S. S.: hablo con esos señores de la izquierda que parecen aplaudir las ideas del Sr. Castelar. ¿Sois como ellos? Si sois como el Sr. Castelar, entonces no nos habléis de avenencias imposibles; claro es que estáis más con el Sr. Castelar que conmigo, puesto que habéis aplaudido al Sr. Castelar y protestáis de mis palabras.

Señores, ha empezado el Sr. Castelar exponiendo las razones de la benevolencia que había tenido con el Gobierno y del silencio que había guardado.

Señor Castelar, muchas gracias por su benevolencia, muchas gracias por su silencio; pero si su benevolencia y su silencio se traducen luego en discursos como el de esta tarde, guarde S. S. su benevolencia y rompa el silencio. (Grandes aplausos por la mayoría y por los conservadores, y protestas en los bancos de la izquierda dinástica.) ¿No creéis que estos aplausos que habéis oído? (Continúan los mismos aplausos y las mismas protestas, que no dejan continuar al orador. El Sr. Presidente llama al orden.) ¿Sabéis lo que significa esto? Que han aplaudido a una los monárquicos, sin distinción de idea. (Nuevas protestas en los bancos de la izquierda dinástica, y se levantan a aplaudir los Diputados de la mayoría y los conservadores. El señor Linares Rivas pide la palabra.) ¿Sabéis lo que significa esto? Una protesta de la Monarquía contra la República. (Protestas y reclamaciones por parte de la izquierda dinástica y la unión republicana. Afirmaciones por la mayoría y los conservadores, continuando el tumulto durante algún tiempo.)

El Sr. PRESIDENTE: Señores Diputados, la mayoría ha oído en silencio el discurso del Sr. Castelar, a pesar de las críticas de que era objeto por este mismo silencio; guardad, Sres. Diputados de la oposición, el mismo respeto al Congreso y a la inviolabilidad de los oradores, que ha guardado la mayoría. (Muy bien.)

El Sr. Presidente del CONSEJO DE MINISTROS (Sagasta): ¡Ah, señores! El Sr. Castelar, que en cierta ocasión vino aquí predicando las ideas federales en contra de la unidad de la Patria, y llegó un momento en que honradamente confesó su error, porque vio los desastres a que habían conducido sus peligrosas y terribles doctrinas, ya que no puede predicar como entonces predicó la división y el fraccionamiento de la Patria, empieza a predicar hoy contra todos los poderes históricos y contra autoridades respetables y respetadas. ¿Sabéis para qué? Las mismas predicaciones hacen los anarquistas en Francia, los fenianos en otra parte, y aquí la Internacional, el socialismo y la Mano Negra. (Rumores en la izquierda.)

Sí; es una relajación del principio de autoridad, y con la relajación de los poderes históricos, con la relajación de todo aquello que el país está acostumbrado a obedecer y respetar, vendría la anarquía, el triunfo de los anarquistas; no vendría la República; vendrían para S. S. desengaños tan tremendos como vinieron contra las predicaciones que llevó a cabo cuando descendiendo de las montañas de Suiza vino en mal hora a este país a fascinarlo con su mágica palabra, para pervertirle con el veneno que infiltraba, sin darse acaso cuenta de su obra, en el corazón de los inocentes habitantes de este país. (Aprobación.)

Protesto de la manera más enérgica contra esas amenazas que se hacen para el caso en que ciertas soluciones no tengan lugar y se llegue a otras soluciones, porque aquí no tendrán lugar más soluciones que las que dependan de la iniciativa de la prerrogativa Real, que es completamente libre, y ¡ay de aquel que contra ella se subleve! Si en algún tiempo, en los tiempos aquellos en que S. S., creyéndose de amianto, y por eso incombustible, mientras ardía el país; sí en algún tiempo sucedió eso que ha dicho S. S., de que el silbato de un capitán general bastaba para cambiar el organismo del país, no sucederá eso ahora, Sr. Castelar, entre otras cosas, porque los que quisieran que eso sucediera son impotentes: el país está sordo a sus predicaciones; el país lo que quiere es una paz que estas discusiones insensatas perturban; el país lo que quiere es una tranquilidad que con estos insensatos debates se trastorna. No lo conseguirán.

Señores, yo no conozco una cosa semejante a la que pasa aquí: este ardor político, esta fiebre que nos devora, ¿dónde se siente? ¿dónde? ¿En qué región de España, en qué región de nuestro país? ¿En Cataluña? Señores, ¿qué inquietud hay en Cataluña? ¿qué temores asaltan a los catalanes? ¿qué libertades reclaman? ¿qué derechos echan de menos? ¡Ah, señores! Cataluña, satisfecha con la libertad que disfruta, no quiere más ni procura más que el fomento de su industria y de su comercio.

¿En Aragón? ¿Qué inquietudes manifiesta Aragón? ¿qué temores le asaltan? ¿qué necesidades políticas manifiesta? ¡Ah, señores! Aragón no quiere más que ca- [3928] minos, canales, obras públicas, para dar valor al trabajo de aquella raza viril y trabajadora.

¿En las Castillas? En las Castillas no se comprende esta fiebre política, que todos deploran, y dicen a gritos que mejor que ocuparnos de estos debates acalorados, de estos debates innecesarios, haríamos en ocuparnos en mejorar y fomentar su agricultura.

¿En Andalucía? En Andalucía no se piensa más que en ver dentro del reposo? (Impaciencia y rumores en los bancos de la izquierda dinástica.) ¡Ah! ¿Os duele esto? No podéis encontrar eco en ninguna parte; venís a perturbar el reposo general de que disfruta el país. No; en ninguna parte seréis oídos.

Ahora podrá ver el Congreso los límites de prudencia a que se llegaría en un periodo de modificación, de reforma constitucional, en un periodo constituyente. Se aseguraba que la prudencia de ciertos individuos y de ciertos partidos había de poner coto a las discusiones. Pues bien, Sres. Diputados; yo creo el más prudente, el más sensato, el más templado, el más moderado de todos los que están fuera de la legalidad, por la pruebas que ha dado, por los arrepentimientos que ha manifestado, por su conducta, por su manera de ser, al Sr. Castelar; y sólo porque se ha hablado de que aquello pudiera suceder, habéis visto la moderación, la prudencia y la templanza que ha demostrado. (Muestras de aprobación.)

Señores Diputados, ya habéis visto los fulgores de una reforma constitucional; ¿habrá todavía quien insensatamente la intente? Si esos son los fulgores, podéis comprender los truenos y los rayos a que podría dar lugar una exigencia semejante.

No quiero decir más; me basta protestar de nuevo contra las palabras del Sr. Castelar, que, francamente, me han extrañado mucho en sus labios, salidas de un noble corazón como el corazón de S. S. Si S. S. se satisface con vivir en un país libre que sabe conservar la libertad por su virtud y por su prudencia, empiece S. S. a tener esa prudencia y esa moderación que le ha faltado esta tarde; que si no, de la misma manera que dice S. S. que para conservar la libertad es necesario que los ciudadanos sepan conservarla con su prudencia y su moderación, digo yo a S. S. que sin prudencia y sin moderación por parte de los gobernados no hay libertad por parte de los gobernantes, por grande que sea la voluntad de procurarla. (Muestras de aprobación.) [3929]



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